El calor era tan insoportable y húmedo que por
momentos tuvo la sensación de estar nadando en un caldo espeso dentro de una
olla en erupción.
Yamile era una joven que junto a su familia,
en circunstancias difíciles y casi accidentales, habían ido a parar a ese
pueblo hostil al cual odiaban, a más no poder, pero que soportaban ante la
firme decisión de abandonarlo apenas surgiera una mejoría en sus finanzas a
fuerza de duro trabajo. Les desagradaba la idiosincrasia
hechicera de la gente del lugar y la manera de tratar a los forasteros, (viajeros
y turistas). Según las estadísticas, se consideraba una sociedad endémica por
alcoholismo, pero sus habitantes minimizaban la cuestión argumentando que era
sólo una costumbre alegre que se practicaba sólo para vencer la timidez
excesiva de los lugareños.
Para Yamile, el flagelo era una excusa más
para obviar lo innegable de una cultura retrógrada y desviada.
Su empleadora, Emilia
Márquez, dueña del restaurante, se había retirado antes de la hora del cierre, algo
raro en ella porque jamás permitía que sus empleados se quedaran fuera de
horario en su negocio, sin su estricto
control y supervisión.
Ahora Yamile
debería ir caminando hasta la ruta a esperar el autobús que la llevaría a casa,
puesto que su patrona no estaba para llevarla en coche como lo venía haciendo
desde hacía un año, cada atardecer, cumpliendo con una de las pocas atenciones
de la que era capaz de brindarle.
La mujer tenía dos hijas adoptivas, Ernestina
y Cecilia, dieciséis y catorce años
respectivamente.
A quienes trataba como sirvientas y que,
además, parecía no importarle en absoluto sus vidas, mandándolas en horarios
insólitos en compañía de algún peón a cumplir con algún supuesto “quehacer” y,
además, se dirigía a ellas de un modo despectivo y altanero cuando creía no
tener testigos cerca, sin embargo, delante de los clientes y empleados, simulaba
con total histrionismo un cariño evidentemente inexistente.
Todo el mundo era
consciente de esa dolorosa realidad, sin embargo, preferían callar antes que
enfrentarse al implacable poder de la dama más influyente del sector.
Cuando Yamile
salió hacia el camino de la pendiente, el sol aún le daba de lleno en la cabeza
y sus rayos brillaban en sus negros cabellos.
Al llegar a mitad del sendero, notó como rápidamente las sombras les
ganaban a las luces en el horizonte púrpura, avanzando rápidamente hasta
cerrarse en una oscuridad.
El silencio era
tan intenso, que podía escuchar los latidos de su corazón a cada paso. La ropa
se le pegoteaba en el cuerpo y los mosquitos la devoraban sin clemencia.
Maldiciendo, se detuvo un momento para encender el celular que, para colmo,
indicaba apenas dos líneas de batería.
Apresuró el paso
mirando con recelo a su alrededor. Pronto, los árboles de eucaliptos se habían
convertido en monstruos somnolientos, recostados unos sobre otros ahogando los
últimos resplandores del atardecer. Las piedras en el sendero curvo y
polvoriento, se le antojaban bultos de criaturas burlonas esperando, al acecho,
el momento oportuno para hacerle tropezar y lanzarse a la cara sus estruendosas
carcajadas. Arriba se divisaba el imponente muro de contención del dique, el
cual, conservaba el agua para abastecer a la población y regar los campos sembrados. Debajo del paredón fluían las
aguas de las napas permanentemente, que con el tiempo habían formado un
tenebroso pantano cubierto de juncos y algas. Sus pesadas y oscuras aguas
estancadas, despedían un olor pestilente y una nube de mosquitos salía de las
espesuras deseosos de beber sangre.
El pantano, era sin dudas, el lugar más
peligroso de toda la zona aunque a simple vista no se lo podía advertir ya que
al estar oculto entre la vegetación, cualquier desprevenido podría caer en su
trampa y morir allí anónima mente.
Yamile aceleró el paso cubriéndose la nariz
con un pañuelo recordando las palabras de una de las hijas de su patrona,
Ernestina, quien, en una oportunidad, mientras pasaban por el lugar en
automóvil le advirtió: -si alguna vez recorres este camino a pie, jamás te
detengas frente al pantano. ¡Huele realmente mal! Es una verdadera tumba, la
gente de los alrededores arroja toda clase de deshechos allí, inclusive
animales muertos, el juncal es un nido de víboras, la yarará, por ejemplo, es
capaz de matar en segundos a una vaca con su poderoso veneno.
Y ni hablar de la gigantesca lampalagua,
una horripilante serpiente de piel oscura que puede llegar a medir de dos a
tres metros, se alimenta de roedores y de otros animales más grandes.
De pronto oyó un
suave rumor entre la broza oscura en dirección a la ciénaga, al instante un
grito desgarrador estremeció el silencio reinante. Presa del pánico se lanzó a
toda carrera cuesta abajo, tratando de llegar al otro bar ubicado a unos
doscientos metros más adelante, donde, al menos, se sentiría a salvo a la luz
de las farolas que rodeaban al predio, aunque sabía de antemano que el lugar
estaría desierto ya que todos los servicios de la zona cerraban a la misma
hora. Una más, de las tantas rarezas de los comerciantes regionales, no
mostraban ningún interés en ganarse a los turistas, quienes, bajo esas
circunstancias huían hacia otros pueblos de los alrededores, buscando mercancías
y buena atención.
Al llegar frente a la entrada principal, miró
hacia adentro y notó que la calesita, ubicada en medio del hermoso parque
central rodeado de pinos, estaba en pleno funcionamiento sonando con una suave
melodía infantil y a unos metros en la galería, las luces permanecían prendidas
y tanto las mesas como las sillas del
bar, perfectamente distribuidas alrededor. Se sintió esperanzada por un momento
pensando que, tal vez, hubiera gente que pudiera atenderla.
Se ubicó detrás de la tranquera buscando un
llamador, rogando que, por milagro, alguien respondiera. Tocó la campanilla con
insistencia, cuando de forma inesperada le salió al encuentro un enorme perro
belga, ladrándose furiosamente.
Ahogando un grito se cubrió el rostro de forma
instintiva con su antebrazo pensando en un inevitable ataque, sin embargo, el
animal, negro como la noche, resopló en un intersticio y para honor de su raza,
rascó el suelo hacia atrás con sus enormes patas traseras levantando una nube
de polvo y exhibiéndolo sus filosos colmillos amenazante, saltando la escasa
valla y dispuesto a atacarla hasta hacerla trastabillar y caer, pero,
curiosamente, sin tocarla.
.____ ¡Auxilio!
¡Auxilio! Gritó con todas sus fuerzas. Un hombre joven y robusto que salió
detrás de los baños del camping de al lado, le chifló al perro, y amenazándolo
con un palo, lo obligó a retroceder hacia adentro de las instalaciones del
restaurante; el animal siguió gruñendo pero en forma lenta fue deponiendo
resistencia hasta que se quedó echado en aparente calma en un rincón, mirándolo
aún con los ojos rojos y desafiantes.
Luego el hombre se
acercó hasta la entrada y parándose a medio metro de distancia de ella, dijo
con gesto de preocupación:
____ ¡Buenas
noches señorita! ¿Está Ud. bien? Y agregó. ____Yo soy el cuidador del
camping.
Yamile lo miró con la barbilla hacia arriba,
abrumada por su intimidan te apariencia: era extremadamente alto, con una mirada
penetrante y voz de ultratumba.
____ ¡Buenas
tardes! Disculpe la molestia señor, ya estoy bien. ¡Gracias! Respondió, tratando
de levantar la voz al ver que el hombre daba media vuelta y se alejaba
presuroso hacia las instalaciones del camping, sin esperar respuesta.
Yamile, casi, se arrepintió de haberse
aparecido por ahí a pedir ayuda.
Continuó la marcha
hacia el puente que cruza el afluente de las turbinas des aguadoras de la
concavidad del dique, a unos doscientos metros de la ciénaga. Se detuvo unos
instantes para ver la hora en el celular, eran las 20 y recordó que el autobús pasaría a las 20: 45
y si no se apresuraba lo perdería, por tanto, eso significaría caminar por la
carretera orillando el río, enfrentándose a las misteriosas apariciones
nocturnas de las que la mayoría de los campesinos hablaban: el caballo blanco
saliendo a todo galope de la iglesia abandonada, el solitario hombre de negro y
el ahorcado, balanceándose debajo de un árbol en el bosquecillo de la última
curva. No lo pensó dos veces, y apresuró sus doloridas y cansadas piernas.
No había recorrido
ni medio kilómetro, cuando ve salir una camioneta oscura del bar en dirección a
la salida.
Instintivamente se
parapetó detrás de un árbol, justo en el puente, ocultándose de las luces de la
usina. El vehículo aminora la marcha para poder atravesar-lo, entonces Yamile
observa que el conductor es el mismo hombretón que la salvó del ataque del
perro y va acompañado de una de las niñas de la patrona, Cecilia.
Preocupada, espera que el coche se aleje y
cuando quiere salir lo ve dar la vuelta pasando delante de ella sin ser vista, luego
se detiene en el pantano enfrentándose a otro coche que se encuentra con las
luces bajas y se aproxima con lentitud.
Los dos automóviles quedan estacionados frente
a frente, unos instantes después, bajan Cecilia y el gigante tomándola de los
cabellos tratando de arrastrarla hacia el pantano, mientras ésta se defiende
empujando y pataleando con desesperación. Al mismo tiempo, del otro vehículo
desciende una mujer cubierta con una capa oscura y le propina una terrible
bofetada a la joven y ésta cae desmayada. Es entonces cuando Yamile, indignada,
sale a toda velocidad de su escondite y se larga a la carrera hacia ellos,
gritándoles:
____ ¡Deténganse,
malditos! ¿Qué hacen? ¡Alto, alto! En ese preciso instante el perro reaparece y
se lanza sobre el hombre, derribándole al suelo y como una bestia rabiosa
comienza a despedazar-lo La encapuchada intenta subir al auto para huir, pero
Yamile la alcanza y le golpea la cabeza contra la carrocería del auto, presa de
un ataque de ira indescriptible. La misteriosa mujer, herida, se refugia en la
parte trasera del coche. Momentos después, el escenario se ve teñido en sangre bajo
la escasa luz de las farolas. El perro se le acerca a la chica que está tendida
en el suelo con las ropas rasgadas y ensangrentadas y se echa, exhausto, a su
lado protegiéndola cómo un soldado que ha ganado una batalla.
____ ¿Qué ha
pasado, que haces tú aquí? Pregunta la joven mesera. Y antes de que la niña
reaccione y responda, busca el teléfono en su bolsillo tratando de
prenderlo.
____ ¡Maldición!
debo llamar a la policía. Y este estúpido celular que no funciona
____ ¡Mi hermana,
salva a mi hermana! Exclama la niña. Y prosigue:
____En frente, en la galería… hay un… Después
vuelve a desmayarse. Yamile corre hacia las instalaciones, notando que la
música de la calesita ya no se oye y algunas luces del interior del bar están
prendidas
Encuentra un conector y lo manipula con gran
nerviosismo, mientras con la otra mano sostiene el celular, esperando vuelva a
prenderse.
____ ¡Hola, hola!
¿Policía? Rápidamente, explica todo lo ocurrido y pide una ambulancia.
El coche de
auxilio y los agentes de policía estuvieron a los pocos minutos y después de
chequear el lugar vallaron toda el área, mientras los médicos forenses acompañados
de un fiscal, levantaban el cuerpo del gigante.
En el lugar de los hechos, ya se hablaba de
violación y también de la muerte
accidental del casero atacado por el perro. Obviamente la víctima de abuso
había sido Cecilia, quien fue trasladada rumbo al hospital en estado de shock. Dentro
de uno de los autos, custodiada por una mujer policía, se hallaba la misteriosa
mujer encapuchada.
Por curiosidad, Yamile quiso ver con
detenimiento el rostro de su atacante, acercándose del lado de la ventanilla. La
sorpresa fue perturbadora. Era, nada más ni nada menos, que la dueña del
restaurante, su patrona. Ésta la miró
con una mueca diabólica y murmurándole al oído, afirmó
___ ¡Nunca la encontrarán!
Al día siguiente, los obreros de hidráulica
recibieron la orden judicial de refeccionar una bomba des-aguadora para limpiar
la ciénaga, buscando evidencias. Así obtuvieron un hallazgo macabro y con la
ayuda de los bomberos rescataron el
cuerpo sin vida de Ernestina, la mayor de las hermanas, cubierto de algas y
víboras enroscadas en cuello, brazos y piernas. Se determinó que el cuidador
del camping, fue el principal responsable del asesinato en complicidad con la
poderosa Emilia Márquez, cabecilla de una banda de trata de personas, la única
sospechosa detenida por el crimen del pantano.